Cuento basado en una historia budista.
María era una muñeca de sal. Sí, sí, de sal. Blanca, suave, con los ojos y la boca de sal y un precioso vestido … también de sal.
Aunque vivía con su familia, muy tranquila y a gusto, había algo que le faltaba. Tenía una sensación rara en el pecho, en el corazón, que le hacía sentir vacía, triste. Así que decidió salir a buscar ese algo que anhelaba y no sabía qué era.
Un día, se despidió de su madre y de su padre, y salió a la aventura. Conoció ciudades llenas de bullicio y de luz, que la hicieron bailar y cantar. Pueblos pequeños y tranquilos que le recordaron su aldea. Valles verdes, silenciosos, que hicieron que su tristeza interior desapareciera un tiempo. Hasta que llegó al mar.
Ella, que nunca había visto el mar, se quedó …. ¿Cómo explicarlo? Pasmada, extasiada, hechizada, ¡con la boca abierta! No podía creer la maravilla que estaba frente a ella. Azul, inmenso, brillante, con una voz suave que la enamoraba.

Empezó a andar, a adentrarse en el mar. Su cuerpo de sal empezó a unirse al mar y, cuando estaba a punto de deshacerse del todo, murmuró sonriendo “por fin lo he encontrado”.
FIN
Adaptación de: Raquel Álvarez Franco.
Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

Contenido:
Actividades para hacer en familia
La espiritualidad como fortaleza nos permite potenciar lo que Seligman (psicólogo) ha denominado “vida significativa”, que nos conduce hacia la felicidad real, la que viene del interior.
La “vida significativa” consiste en emplear nuestras fortalezas y virtudes al servicio de algo que nos trascienda. Se trata, por tanto, de encontrar un sentido a nuestra vida.
Reflexionamos sobre el relato
Después de leer el relato, según lo que nos vaya diciendo el niño o niña, podemos ir incluyendo diversas cuestiones sobre quién somos. ¿Somos nuestras emociones?, ¿pensamientos?, ¿mi cuerpo?.
Reconocer
Esta actividad se hace en la Naturaleza. Sólo necesitas llevarte un pañuelo.
Le tapamos los ojos al niñ@ y le llevamos al lado de un árbol. Lo dejamos un rato para que toque bien el árbol. Lo volvemos a llevar donde estaba y le destapamos los ojos. Ahora tiene que encontrar el árbol amigo que estuvo tocando antes.
Este tipo de actividad, cuanto más pequeño es el niño o niña, mejor lo hace.
Una vez que hemos terminado le preguntamos al niñ@: ¿Cómo pudiste encontrar al árbol si sólo lo has tocado? ¿Cómo supiste que era él?
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