Adaptación de un cuento tradicional.
Hace muchos, muchos, muchos años, el Sol y el Viento del Norte se encontraron en un rincón del bosque. El Viento corría y volaba alrededor de los árboles mientras le contaba al Sol lo fuerte que era.
El Sol le miraba tranquilo mientras estiraba sus rayos y caminaba por el cielo viendo al Viento cada vez más agitado.
—Siiiiiiii –silbaba el viento cada vez más fuerte– soy más fuerte que tú, ¡pequeña bola amarilla!.
Por el bosque paseaba tranquilo un hombre, el Viento al verlo decidió probar con él sus fuerzas.
—Vas a ver cómo me lanzo contra él –dijo el Viento– y le quito el abrigo.
Dicho esto, el Viento comenzó a soplar con todas sus fuerzas. El hombre, al sentir el frío, dobló los brazos sobre su abrigo para protegerse mejor y se alejó corriendo.

El Viento se enfadó todavía más y trajo una fuerte lluvia contra el hombre que, en vez de soltar el abrigo, trataba de cubrirse con él lo mejor que podía.
Después, el Viento descargó contra él una enorme nevada, pero lo único que consiguió fue que el hombre se acurrucara más y más debajo de su abrigo.
—Nadie le puede quitar el abrigo –dijo el Viento enfadado.
—Eso lo veremos ahora –contestó el Sol muy tranquilo, y sacando su mejor sonrisa, apareció entre dos nubes doradas. Entonces comenzó a brillar, y brillar, cada vez más, y a lanzar mansamente a la tierra su aliento.
El hombre comenzó a sentir calor y a sudar, se desabrochó el abrigo y, al rato, ¿sabéis lo que ocurrió? Que se lo quitó.
—¿Has visto cómo lo he conseguido? –le dijo el Sol al Viento-. Yo he logrado con suavidad lo que tú no pudiste con toda tu violencia.
FIN.
Adaptación de: Raquel Álvarez Franco.
Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.
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