Si a la Tierra quieres entrar
Os quería contar una historia, muy muy rara, que me pasó hace unos días. Pero primero, me presento, me llamo Maga y tengo nueve años. Uno de los sitios a los que más me gusta ir es a un bosque que está cerca de mi casa. Y en ese bosque es donde empieza mi historia.
Había ido a jugar un rato, y de paso, coger flores para regalarle a mi madre, cuando todo empezó ….
Si en la Tierra quieres entrar,
baja por el tobogán.
Dando vueltas y vueltas sin parar,
me conocerás.
Luz, vida y canciones.
¡Ven al lugar de las flores!
Decía un cartel muy extraño, escrito con piedrecitas. Lo que más me sorprendió del cartel era lo que decía, ¿por qué iba a haber un tobogán en el bosque? ¿para que se divirtieran los animales y los árboles? Jejeje, que tontería.
Pero entonces pensé en lo que decía mi abuela “hay cosas que los ojos de la cara no ven”, vamos, que una no se puede fiar de las apariencias…
Así que abrí mucho los ojos, y estiré mucho las orejas. Con todas mis fuerzas intenté saber donde estaba el tobogán. Mientras miraba todo muy fijamente, vi algo que llamó mi atención.
Había algo al lado del cartel. Las flores estaban unas junto a otras haciendo un círculo. En medio de ellas, la tierra tenía un color diferente. Me acerqué y toqué el suelo que había en medio de las flores. Entonces, como por arte de magia, apareció un tobogán. Era azul brillante y muyyyyy largo. Entraba en el suelo y seguía hacia abajo. No se veía el final.
¡Ánimo Maga! Me dije. ¡Es hora de aventuras! Y me lancé por el tobogán.

Bajé por el tobogán super rápido. Conchas de caracol, semillas y raíces, pasaban por mi vista a gran velocidad. Parecía que no iba a acabar nunca (no me importaba, ¡me lo estaba pasando pipa!) hasta que terminó.
Caí encima de un gran colchón hecho de algodón. Imagino que estaría puesto adrede para los viajeros del tobogán.
Cap 1. Primavera
El sitio era precioso, estaba lleno de flores y olía muy bien. A mi lado había una pequeña flor amarilla ¡con ojos y boca! Que me miraba sonriendo.
—¡Bienvenida a Centro! Me llamo Lea.
—Hola, yo soy Maga —Le dije a la flor ¡qué hablaba!— Que lugar más bonito, nunca había estado en un sitio parecido.
—Es que no hay ningún sitio parecido a Centro. Aquí, en el corazón de Madre Tierra, es donde empieza todo.
No entendí a lo que se refería hasta que lo vi. De la tierra surgió una montaña enorme ¡qué me miraba y sonreía! A su alrededor brotaban las flores y los árboles crecían y se llenaban de hojas. Miles de pajaritos nacían de ella, al igual que mariposas y abejas.
—Has venido en el momento perfecto, Madre Tierra está haciendo magia en el suelo mientras riega las flores y los árboles.
Lea me señaló la figura enorme que se veía a los lejos y que iba avanzando muy lentamente. A su paso, todo se llenaba de luz y flores.
—¿Qué hace? —le pregunté a Lea.
—Está creando la primavera —me respondió— Has venido en mi momento preferido.
Me encantó estar con Lea viendo como Madre Tierra lo llenaba todo de flores. No sé si estuve allí días o semanas. Uno de esos días, del suelo surgió la cara de Madre Tierra que nos miró sonriente y sopló hacia nosotras. De su boca salieron unas flores que nos pusimos en el pelo. Se fue riendo.
Decidí que tenía que seguir mi viaje cuando vi otro círculo de flores, con otro cartel que decía:
¡Otro viaje tienes que hacer!
¡Por el tobogán, vuelve a caer!
Calor y más calor sentirás,
cuando logres aterrizar.
Días muy largos y mucho sudor.
¡Ven al lugar donde siempre hay Sol!
Al poner la mano en el círculo de flores, volvió a aparecer el mismo tobogán azul brillante. Le dije adiós a Lea (ella me contó que seguro nos volveríamos a ver) y me deslicé.
Cap 2. Verano
Volví a caer en el mismo colchón de algodón. Para mi sorpresa, Lea estaba en el sitio de antes, sólo que ahora era más grande y estaba llena de flores.
—Lea, ¡qué grande estás! —le dije.
—¡Qué bien que ya hayas llegado, Maga! Te estaba esperando.
—¿Sabías que venía? ¿Ha pasado algo? —le pregunté.
—Madre Tierra está creando el Verano —dijo señalando hacia un lado.
Allí volvía a estar la mujer-montaña. Su pelo ahora era rojo. Por los sitios por los que pasaba, los pétalos de las flores se caían al suelo y del centro de la flor empezaban a crecer pequeños frutitos.
—Y claro, ¡hace un calor HORRIIIIBLEEEEE! —me dijo Lea bajando sus ramitas—¡Necesito un poco de agua, Maga! Estoy punto de tener un capullo diferente, pero no puedo hacer que crezca.
—No te preocupes, ¿Dónde puedo conseguir agua?
—Puedes pedírselo a Madre Tierra. Ahora está preparando el suelo para los frutos que vendrán. Habla con ella, por favor —Me dijo mientras juntaba sus ramitas haciendo un gesto de súplica bastante gracioso.
—¡Por supuesto! —miré a Madre Tierra. Su imagen me llenaba de sorpresa y también de afecto. Era como si la conociera de siempre.
Me acerqué hasta donde estaba la mujer-montaña. En seguida me vio y, no sé como, se hizo más pequeña, quedándose su cara de tierra al lado de mi cara.
—Hola Maga, ¡Me alegro mucho de verte y de que me veas! —me dijo con una voz suave mientras me miraba sonriendo— Lea quiere un poco de agua, ¿verdad? —dijo pensativa— Mmmmm, vamos a darle una pequeña lluvia veraniega.
Entonces volvió a hacerse enorme, levantó su cabeza y sopló muyyyyy despacio. De su aliento salieron varias nubes pequeñas. Después, con un soplido suave, llevó las nubes hasta donde estaba Lea.
—Las pequeñas nubes le darán el agua que necesita para su nuevo capullo —me dijo.
Mientras volvía hacia donde estaba Lea, vi otro círculo hecho de pequeños frutos. A su lado, un cartel que decía.
¡Otro viaje tienes que hacer!
¡Por el tobogán, vuelve a caer!
Hora de dejar lo que ya no quieres,
y disfrutar de los frutos que ya tienes.
Hojas marrones y frío que empieza,
¡ven al lugar donde el suelo canta!
—¡Leaaaa! Otro cartel —le dije gritando para que me oyera— ¡seguro que hay otro tobogán y te vuelvo a ver!
Y así fue, otro tobogán apareció en cuanto toqué la tierra. Y, ¡adivinad a quien vi al terminar mi viaje por el tobogán! Siiiiiii, otra vez a Lea.
Cap. 3. OTOÑO.
Lea esta vez, en vez de flores amarillas, tenía florecitas blancas, parecían pompones de algodón ¡Eran esas flores que se podían soplar!
—¡Hola Maga! ¿has visto que guapa estoy? ¡Ahora tengo estos pompones tan blancos y redonditos! Crecieron gracias al agua que me diste —dijo sonriendo.
—Siiiiiii, me encantaría soplarlos —le dije, a ver si me dejaba.
—Sopla, sopla, a ver qué pasa —me dijo con los ojos muy abiertos y moviendo las ramitas sin parar.
Soplé todo lo fuerte que pude, y los pelitos salieron volando.
Mientras miraba a donde se iban los pelitos de Lea, pude verla de nuevo. Era Madre Tierra, con el cuerpo lleno de tierra y hojas. A su paso, las hojas de las plantas se volvían naranjas y muchas se caían al suelo. La mayoría de los árboles estaban llenos de frutos. Estaba creando el otoño.
Al igual que la otra vez, Madre Tierra se hizo super pequeña y apareció a nuestro lado. En su mano de hojas, llevaba una manzana, un jersey y una bufanda.
—Me alegro de verte y de que me veas, Maga —me volvió a decir— Toma, los árboles quieren regalarte este fruto. Y mis hadas quieren que te de este jersey y esta bufanda blanca. La oveja Clara, te regala la lana. Póntelo, para el viaje de mañana. Frío y nieve verás, abrígate, o te resfriarás —sonrió y se marchó.
—¿Oveja Clara? ¿hadas? ¿Es qué aquí tenéis hadas? —le pregunté perpleja a Lea.
—¡CLARO! ¿No las has visto agarradas a mis semillas mientras volaban? —me dijo Lea.
—¿Semillas? —le pregunté, con un poco de vergüenza por no saber de qué hablaba.
—Los pompones que soplaste son mi semillas —me dijo sonriendo— cuando la primavera vuelva otra vez podrán crecer. ¡Ya verás cuantas Leas va a haber en el bosque! —dijo dando aplausitos con sus ramitas, muy contenta.
—AHHHHHH, entonces en los pompones están tus semillas. JOOOO, me hubiera gustado ver a las hadas —dije un poco triste.
—No te preocupes, están siempre por aquí, ayudando a Madre Tierra. Seguro que las ves, sólo tienes que fijarte bien —dijo Lea.
Mientras miraba con más cuidado el suelo que pisaba, y las plantas amigas de Lea, vi un círculo hecho de hojas secas y otro cartel que decía.:
¡Otro viaje tienes que hacer!
¡Por el tobogán, vuelve a caer!
Frío y blanca nieve te esperan
En la tierra de las estrellas.
Hora de dormir y descansar,
¡ven al lugar donde la noche dura más!
Como ya os imagináis, al lado del cartel encontré el tobogán azul. Me deslicé por él después de despedirme de Lea.
Cap 4. Invierno
Esta vez hacía un frío TREMEEEENDOOO ¡Menos mal que llevaba puesto el jersey que me dio Madre Tierra!
Busqué y busqué a Lea por todos sitios, pero todo estaba cubierto por la nieve.
Una de esas montañas de nieve abrió los ojos y me sonrió.
—Hola Maga, ¡Me alegro mucho de verte y de que me veas! —me dijo Madre Tierra con su voz suave— No te preocupes por Lea, está descansando bajo la nieve. Con este frío, todas las plantas y animales prefieren descansar y cobijarse en mi suelo, o en alguna de mis cuevas.
Me tranquilicé mucho al oír eso.
—Mira Maga a quien he traído para que conozcas —del pelo blanco de Madre Tierra salió una pequeña hada, con las alas y el cuerpo casi transparente. El hada salió volando, dando vueltas alrededor de mi cabeza. De su boca salía un sonidito que parecía una canción sin letra.
Estuve bastante rato jugando con el hada, que se llamaba Dríade, y Madre Tierra, pero la verdad es que tenía mucho frío.
Al cabo de un rato, el hada se posó junto a otro círculo hecho por ramas nevadas, junto a un cartel que decía:
¡El viaje de vuelta tienes que hacer!
¡Por el tobogán, vuelve a caer!
Aunque el viaje termina
seguiremos siendo amigas.
Habla conmigo siempre que quieras
¡Vuelve al bosque, donde tus padres te esperan!
En cuanto leí el cartel supe que volvía a casa. Me puse tristísima pensando en que no volvería a ver a Lea ni a Madre Tierra. Mientras miraba mis zapatos, muy muy triste, Madre Tierra apareció junto a mí. Tenía forma de pequeña montaña, con un arbolito en la parte de arriba que le hacía de pelo.
—No te pongas triste, Maga. Conmigo puedes hablar siempre que quieras. Yo siempre te estoy escuchando. Puedes hablar conmigo a través de las rocas, o de un río, del mar o simplemente hablando al suelo o a las piedras que siempre están contigo —Me dijo suavemente— Sobre Lea, el hada Dríade ha llevado una de sus semillas a tu jardín. De la semilla, esta primavera saldrá una pequeña Lea. Riégala y háblale como lo haces aquí. Y nunca te olvides de nosotras.
Y así termina mi historia. Me volví a tirar por el tobogán mágico que me llevó al bosque. Ya era tarde, así que regresé a casa.
Sé que, dentro de unos meses, veré una preciosa plantita, con flores amarillas (ahora sé que se llaman Diente de León, ¡qué nombre tan portentoso, para una planta tan pequeña!)
Y por supuesto que no me olvido de hablar con Madre Tierra, lo hago todos los días. Hablo con ella cuando voy al colegio, o paseo por un parque, o por un jardín. Le cuento mis cosas … y si tengo algún problema, también hablo con ella. Ahora sé que nunca estaré sola.
FIN.
Autora: Raquel Álvarez Franco.
Que bonito, me ha encantado, es una forma genial de que los niños conozcan y respeten la naturaleza.