Despierta Madre Tierra! Los dospiernas la están liando – Cuento medio ambiente
Todo empezó cuando me desperté de una pequeña siesta de unos cuantos miles de años. Dormir tantos años me suele sentar muy bien, pero esta vez no me desperté como esperaba.
¿Que cómo puedo dormir tanto? ¡Eso no es nada si has vivido 4.600.000.000 años! Espero que no te maree tanto número junto, jejejeje, ¡hasta a mí me cuesta decirlo! Y eso que son los años que tengo.
¿Que por qué tengo tantos años? Bueno, es que los planetas como yo tenemos una vida muy larga, llena de emoción. Si quieres saber más cosas sobre mí, puedes fijarte en el suelo sobre el que vives. Él es parte de mí, junto con el agua en la que te bañas, o el fuego que te calienta. Todo: plantas, animales, ¡hasta tú! estáis dentro de mí. Me llamo Madre Tierra.

Como te iba contando, el despertar de esta siesta estaba siendo distinto. Aunque en Centro todo seguía igual.
¡Ah! ¿No sabes qué es Centro? Pues Centro es un lugar precioso. Puedo ir allí cuando quiera. Solo tengo que cerrar los ojos y mirar dentro de mí. Allí están las hadas y los gnomos que ves en los bosques; los elfos que viven en el aire y me ayudan a crear los vientos; las salamandras, que son seres de fuego, y me ayudan con el calor de los volcanes; y las ondinas y sirenas, que crean las mareas y el plancton.
Todo tiene su centro ¡Hasta los huevos! Sí, el centro de los huevos es esa parte amarilla y rica, ¡ñam! Y que, además, tiene todas las vitaminas.
Imagino que sabrás que tú también tienes tu propio Centro, ¿verdad?
¡No me lo puedo creer! ¿No lo sabías? Pues sí, tienes tu propio centro. Lo puedes sentir cuando estás tranquilo y cierras los ojos.
Antes de mi última siesta, yo estaba cubierta de mares azules llenos de animales. Y también de tierra con árboles, plantas y flores. Acababais de nacer vosotros, los dospiernas. Entonces eráis unos animalitos con los que me encantaba jugar. Os alimentabais de las plantas y de los animales que vivían cerca de vosotros. Recuerdo vuestro olor, a barro y a vegetación. También os encantaba regalarme comida para agradecerme el agua y la tierra, y cantarme canciones para hablar conmigo ¡Erais tan divertidos! Me gustaba mucho hablar con vosotros a través de la naturaleza, o cantaros canciones a través de la brisa.
Pero después de la susodicha siesta noté que algo iba mal, así que fui a echar un vistazo.
¡Menudo susto me di! Los colores de la tierra se habían apagado, incluso el aire olía a gris. Casi no podía respirar. Todo estaba lleno de cajas grises que llegaban hasta el cielo. Caminos negros, a los que llamáis carreteras, cruzaban la tierra. Encima de estos caminos negros había muchas cajas de colores en la que estabais encerrados varios dospiernas y con las que corríais de un lado a otro. ¡Pero estabais tan diferentes! Ya no parecíais los animales divertidos con los que me gustaba jugar. Vuestras caras estaban enfadadas, y vuestros cuerpos corrían de un lado a otro sin mirar. No os mirabais entre vosotros, ni hablabais, ni siquiera os tocabais.
Entonces vi a uno de vosotros dentro de una de esas cajas, gritándole ¡PIIIIIIIIIIIIIII! a otro dospiernas. El ruido casi me hace estallar.
Creo que tanto ruido y tanto color gris os había hechizado. Parecíais sonámbulos sin color, andando perdidos de un lado a otro. ¿Quién os había hecho esto?
Después de tanto ruido, me fui corriendo a Centro. El hada Dríade andaba por allí.
—¡Buenos días, Madre Tierra! —me dijo mientras me miraba fijamente—. Parece como si hubieras visto una montaña bailando.
—¡Todavía peor! He ido a Bosque Habitado y ¡menudo susto me he dado! Todos los árboles se han convertido en cajas grises altísimas. Hay miles de caminos negros que surcan la tierra. Sobre ellos, un montón de dospiernas van de un lado a otro, gritando.
—Eso es que has estado en Gran Ciudad —me dijo Dríade mirándome con preocupación—. Mientras dormías, muchos dospiernas se han vuelto locos. Han destruido casi todos los árboles y en su lugar han puesto suelos negros de algo llamado asfalto. Allí han construido sus casas, que son muy feas. Son enormes por fuera, pero luego viven en sitios muy pequeñitos, casi diminutos. El hada Cantarina dice que se han vuelto locos porque tanto ruido y tanto humo les ha enfermado la cabeza.
Entonces noté que otra parte de mí se dormía del todo. No podía sentir Valle Amable. Empecé a preocuparme todavía más.
—¿Qué podemos hacer? Como sigan destruyendo los bosques, no voy a poder salir—le dije a Dríade.
—Podrías hablar con Ando Despacio. Es el hijo del hijo del hijo del hijo…
—Vale, vale, Dríade, continúa.
—Pues eso, es familia del gran sabio Todo lo Veo. Al igual que él, sigue viniendo a Centro a pedirnos consejo. Hace unos días fui a verlo, ¡me encanta jugar con él! —dijo Dríade mientras revoloteaba de un lado a otro—. Sigue viviendo en el mismo sitio que su antepasado..
—Me voy ahora mismo. ¡Gracias, Dríade!
En un pis pas me planté en Selva Húmeda, donde vivían los ancestros de Ando Despacio. Lo encontré en la orilla del río. Estaba cantando una antigua canción Chama. Su pueblo las canta para agradecer al río por su agua fresquita y sus peces. Le hablé a través de la brisa que traía el río:
—Hola, Ando Despacio.
—¿Madre Tierra? ¿Eres tú? —me preguntó mientras se levantaba y me miraba sin verme.
—Me alegro de verte y de que me veas, Ando Despacio —siempre he usado esta frase para hablar con vosotros, los dospiernas. Es nuestra Frase de Reconocimiento.
—Madre Tierra, hacía tiempo que te estábamos esperando. Muchos de los nuestros se han olvidado de ti y se han vuelto locos.
—Ya lo sé, Ando Despacio. Acabo de estar en Gran Ciudad.
—Ahora que has despertado, seguro que todo vuelve a la normalidad —me dijo entre asombrado y aliviado—. Solo tienes que hablar con ellos. Puedes ir a los pequeños pueblos, en los que casi no hay ruido. Allí seguro que te escuchan.
El consejo de Ando Despacio me tranquilizó. Así que me fui a la aldea más cercana.
Primero visité un pequeño pueblo, llamado Hierba Alta. Era tal y como lo recordaba. Seguía verde y lleno de flores. Lo único que había cambiado era la aldea, que era bastante más grande que antes.
Como sé que a los aldeanos les cuesta escuchar el viento, les hablé a través de las plantas:
—¡Hola! —le dije al primer aldeano que vi. El hombre me miró con cara de susto y se fue corriendo.
—Hola —le dije a la segunda aldeana. Pero volvió a ocurrir lo mismo. Me miró y, del susto, se le cayó al suelo un jarrón enorme que llevaba.
¿Por qué se asustaban? ¿Quizás no les gustaban las flores? Así que probé con un árbol.
—Buenos días —le dije al tercer aldeano.
—Ahhhhhhhhh, ¡UN ÁRBOL QUE HABLAAAAAAA!
Lo intenté y lo intenté y lo intenté, pero nada. Lo único que conseguía eran gritos y saltos de los dospiernas. Así que volví a Centro, a ver si Dríade sabía que ocurría.
Mientras estaba en Centro buscando a Dríade, algo horrible ocurrió. Mis partes de Selva Oscura y Selva Clara se habían quedado dormidas. Empecé a tambalearme y a temblar, creo que del miedo que me entró. Si tardaba demasiado en hablar con algún dospiernas, quizás ya no me quedaría ni voz.
—¡Dríadeeeee! —grité buscando al hadita por todas partes.
—Shhhhh, tranquila, estoy aquí.
—He intentado hablar con los dospiernas, pero es imposible. Sólo gritan y gritan. ¡Me tienen miedo!
—Yo creo, Madre Tierra, que no has encontrado al dospiernas adecuado. Ahora solo tienes que buscarlo.
Y eso hice. Estuve observando a los aldeanos antes de intentar hablar con ellos. Entonces me fijé en una dospiernas que se había ido a pasear al bosque que está cerca de Hierba Alta. Se acercó a uno de los árboles y se paró a regarlo. Después se sentó pegada a él y le dio las gracias por los frutos que le había dado hacía unos días. Mientras le daba las gracias, cerró los ojos y apoyó su cabeza en el árbol. Al observarla decidí hablarle a través del árbol. Le canté y le canté, mientras ella seguía con los ojos cerrados ¿me estaría oyendo?
Cuando la aldeana regresó a su casa, se puso a cuidar las flores del jardín junto a su hija.
—Hoy me ha ocurrido una cosa muy bonita —le dijo a su cachorra—. Mientras estaba en el bosque hablando con el manzano, he oído una voz preciosa que venía del árbol. Era como si el viento me cantara a través de sus ramas. No sé si lo habré soñado, porque vi como una de las ramas del árbol se movía hacia mi cuando terminó la canción.
—Ohhhh, ¿y cómo era la canción del árbol, mamá?
—Te la canto, a ver si me acuerdo:
Soy Madre Tierra y me alegro de verte.
¡Pero mucho más de que tú me veas!
Necesito tu ayuda urgente
antes de que la tierra quede marchita.
Los bosques, valles y ríos
desaparecen bajo las carreteras.
Habéis dejado de oírme
y yo estoy perdiendo mi fuerza.
Mi cuerpo se paraliza
mientras todo se llena de porquería.
Pero vosotros podéis impedirlo:
¡Haced qué los bosques regresen
y que el agua de los ríos baje limpia!
—Ohhhh, ¡qué bonito y también qué triste! —le dijo la cachorra a María—. ¿Qué significará?
Al escucharlas decidí hablarles a través de una de las margaritas amarillas que estaban plantando en el jardín.
—Hola, me alegro de veros y de que me veáis —les dije mientras me miraban con los ojos muy abiertos.
Pero entonces Los Grandes Valles se paralizaron, y con ellos yo también. Intenté seguir hablando con ellas, pero era imposible.
—Florecita —me dijo Maga mientras me tocaba muy suavemente—. Te escuchamos, florecita.
La mamá se acercó a mí y me miró preocupada.
—¿Te ocurre algo, Madre Tierra? —me preguntó.
Entonces Maga se puso a llorar.
—Shhhhh, tranquila Maga. Se está haciendo de noche y yo estoy bastante cansada. Entremos en casa. Mañana seguro que se nos ocurre qué hacer.
Al día siguiente, vi a Maga y a su mamá que se acercaban al río.
—Toma, Maga. Esta bolsa es para ti y esta, para mí. Vamos a recoger la basura que veamos en el río.
Mientras limpiaban la orilla del río, otros aldeanos se acercaron y les preguntaron qué hacían:
—Estamos limpiando el río. Está lleno de basura que se tragan los peces, y luego nosotros.

—Es verdad, nunca había visto el río tan sucio. Voy a por mi barca, con ella os ayudaré a limpiarlo.
Entonces vi como cada vez más aldeanos se acercaban al río y lo limpiaban. Al día siguiente, volvía a estar como lo recordaba, con sus aguas transparentes y sus peces felices. Entonces algo maravilloso ocurrió, volví a sentir los valles y montañas de Bosque Habitado.
Maga y su mamá siguieron hablando con los aldeanos para que su pueblo, Hierba Alta, fuera el primer pueblo sin contaminación de su zona. Así que organizaron trabajos para limpiar la aldea y el bosque. A los aldeanos de los pueblos vecinos les gustó la idea e hicieron lo mismo. Poco a poco, mientras los dospiernas limpiaban los bosques, los campos y los ríos, yo volvía a sentir Selva Oscura y Selva Clara.
El mensaje de Maga y su mamá se fue extendiendo cada vez más lejos. Mientras los dospiernas volvían a cuidar de la naturaleza que los rodeaba, yo empecé a recuperarme. Al cabo de un tiempo, supe que podía moverme de nuevo. Corrí de un árbol a un río, y del río al mar. ¡Podía volver a salir! Así que fui a darle las gracias a Maga y a su madre. Para eso me convertí en la misma margarita amarilla que plantaron en su jardín y que ahora estaba acompañada por otras dos más pequeñas.
—¡Me alegro de veros y de que me veáis! —les dije sonriendo desde la florecita.
—Y nosotras nos alegramos de verte feliz, Madre Tierra —contestó Maga.
Y así acaba esta historia. Después de darle las gracias a Maga y a su mamá, seguí yendo de un lado a otro. Visité mis bosques, valles, montañas y ríos. E incluso hice alguna visita a la Gran Ciudad. Después de estar en todos estos sitios me di cuenta de que muchos de los dospiernas volvían a verme cuando salían de sus ciudades. Dejaban esas cajas que los llevaban corriendo de un lado a otro y se paraban a saludar a un gran árbol o a contemplar un campo lleno de flores, o una puesta de sol. Volvían a escucharme en el rumor de la brisa del mar, o a sentirme al tocar con las manos la yerba o una pequeña flor.
Los dospiernas volvían a conectar conmigo cuando estaban rodeados de naturaleza. Así que pensé en una nueva manera de hablar con ellos. A partir de entonces iba a crear puentes y puertas que llevaran a Centro. Así podrían venir a verme.
Aunque esa es otra historia que ya os contaré.
FIN.
Autora: Raquel Álvarez Franco.
Si queréis leer el segundo libro de la colección: Si a la Tierra quieres entrar. Gaia y Madre Tierra – Libro 2
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